Día de palomitas y Pretty woman
Ayer tuve uno de esos días “perros”. Mejor dicho, llevo una semana “perra” (aquí es cuando Maià y Nina me miran mosqueadas). El cambio de hora me sienta mal, horriblemente mal. El de otoño, con una hora más por delante, lo llevo bien, pero el de primavera, me mata. Aunque duerma las mismas horas, voy arrastrando una especie de agotamiento y un desajuste que, como mínimo, tarda ocho días en desaparecer. Cuando volvía para casa por la tarde en los ferrocarriles, cansada ya de unos días estresantes, iba sentada y medio dormida, mecida por el traca-traca monótono del tren y pensé: “Mañana no escribiré nada porque, sencillamente, no tengo ganas, y lo que nunca haré es “obligarme” por el mero hecho de querer publicar una vez a la semana (hay gente, a la…