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Ni ayer, ni mañana: ¡Hoy!

La  verdad es que soy visceral, ¡qué se le va a hacer! me puede el corazón (metafóricamente hablando, porque a mí el bombeo del mío no me inspira nada), y reconozco que soy de sentimientos, de ímpetus, de….¡Haaaaaaaala!

Me encuentro en una etapa de mi vida en la que estoy contenta conmigo misma y contenta de mi misma. Aunque suene parecido, no lo es. Conmigo misma, porque me quiero. Sé que tengo miles de defectos, pero también de virtudes. Miles de cosas que podría arreglar, pero también miles de cosas que me ha costado mucho conseguir y se han quedado conmigo. Y de mi misma, porque la vida, como a todo hijo de vecino, no me lo ha puesto siempre fácil. No todo ha sido un camino de rosas, y hubo veces en que Dios apretaba tanto, que hasta creí que conmigo se iba  a ir al traste el famoso dicho, pero no, no me ahogó y, cual ave Fénix, cuando estaba muy, muy abajo, miraba hacia arriba y siempre buscaba la lucecita pequeña que me guiara y ¡hacia ella que me iba!

En mi etapa de mujer madura, me preocupo de gustar a quien realmente tengo que gustar: a mí. Ya se ha pasado esa época en la que perdemos la personalidad y lo único que nos preocupa es gustar a quien nos gusta y solo vivimos pensando en ser como los demás quieren que seamos. ¡Anda ya!

El martes hice en mi empresa un curso de dos días y ocho horas de Mindfulness (pronunciado, para la gente que, como yo, solo domina el Yes very well…”Máinfulnessss”, sobretodo con el acento en la a (importantísimo). Yo no tenía ni idea de que iba este curso, pero mi compa Xavi me dijo, en cuanto llegué de unos días de descanso: apúntate. Lo vi y el tema me pareció interesante. La palabreja en cuestión es complicada y no se puede traducir porque queda poco profesional, pero más o menos sería: Atención plena y consciente, o sea: vivir el presente, dándose cuenta de ello.

El profesor: Javier Ibáñez fue un auténtico regalo. Un hombre jovial, alegre, inteligente y divertido. Era físicamente una mezcla de Carlos Sobera y Josema Yuste (en esto de los parecidos soy un poco desastre).

Un profesor que nos fue ilustrando con frases, tan pronto de Buda o Platón como de José Mota o  Chiquito de la Calzada y que consiguió que… ¡a las dos y media de la tarde!, hora en que la sangre se escapa de la cabeza para cumplir otros cometidos más importantes, como es digerir bien esa tortilla de patatas que te acabas de comer, o ese bocadillo de atún;  hora en que los ojos se cierran sin tu poder remediarlo por mucho que te pellizques o te muerdas la lengua; esa hora en que, de repente, las voces comienzan a sonar lejanas; a esa cruel hora en que darías media vida por una pequeña cabezadita…. Pues a esa fatídica hora, este extraordinario profesor/comunicador consiguió que 10 personas estuviéramos escuchándolo con los ojos como platos.

Os voy a contar brevemente para qué me ha servido este curso y cómo lo he aplicado a mi vida. Posiblemente si Javier Ibáñez lo lee dirá: “No has entendido nada…” Es igual, a mí me ha valido.

Primero: vivir el hoy. Vivir del ayer deprime y vivir del futuro angustia.

Segundo: Yo y solo yo llevo las riendas de mi vida. Yo y solo yo elijo estar, y perdón por la expresión, encabronada y amargada o no. 

Como confesaba en la publicación que hice a mi amiga Yolanda, lo de los medios de transporte lo llevo mal, muy mal. No soporto las aglomeraciones, los tumultos, los empujones y el sentirme como una sardina enlatada. Como no es algo patológico (creo) este curso me ayudó a pensar: ¿Vale la pena levantarte ya obsesionada con lo que te espera, amargarte el desayuno, el paseo con tus perritas y, naturalmente salir desesperada de casa? No ¿verdad?, entonces yo decido darle la vuelta.

Voy a pensar que no pasa nada por ir en los medios de transporte; que gracias a Dios tengo unos Ferrocarriles delante mismo de mi casa, que me van a llevar al trabajo (porque tengo un trabajo que me espera) y que yo soy parte de esa masa de gente que se mueve en las tripas de la ciudad y me mezclo con ellas con toda naturalidad y sin agresiones. Me ayudo escuchando música relajante o simplemente esbozando una tímida sonrisa (ayuda muchísimo, más de lo que os podáis imaginar. Pero eso sí, que sea de verdad tímida, porque ir sonriendo de oreja a oreja un lunes a las ocho de la mañana haría que te miraran como si estuvieras loco).

Os tengo que decir que, por ahora, lo he conseguido. Soy consciente de mi momento actual y yo elijo libremente que quiero cambiarlo porque quiero estar mejor. ¡Ole, ole y ole!

Y luego se me quedó grabada otra cosa. No voy a explicarlo en términos médicos porque seguramente metería la pata hasta el fondo pero os lo escenifico:

Hay una serie de hormonas y de procesos en el cuerpo que se disparan ante la llegada de noticias estresantes (dolor, nervios, miedo, angustias). El cuerpo se pone en alerta y empieza a disparar una serie de “bombas” para cargarse a ese enemigo que tanto le ha alterado. Pero ya sabemos que las bombas no solo matan al enemigo si no que a veces matan personas sanas que están cerca. 

Esas bombas disparan una sobrecarga de azúcar (es sabido que un disgusto puede a un diabético producirle una fatal subida de azúcar). Bajan el sistema inmunológico (cuántas veces hemos escuchado: por los nervios que he pasado me han bajado hasta las defensa y he cogido un catarro….)

Cuando el cuerpo tiene que atacar, porque realmente hay un problema de verdad (dolor físico real, disgusto real por una enfermedad, una pérdida), que arrastre lo que quiera, ya lo remediaremos por otro sitio.  Pero muchas, muchísimas veces, nuestros “sufrimientos” vienen de regodearnos en el pasado o de imaginar un futuro del que no tenemos ni puñetera idea como va a ser.

El cuerpo no diferencia si la terrible alarma que le ha llegado es de verdad o es una imaginación nuestra. El 99,9% de las veces todos nuestros pensamientos catastrofistas son irreales y no llegan a ocurrir. Vamos a dejar ya de pensar estas cosas dándonos cuenta que estamos perjudicando y mucho a nuestro propio cuerpo y que tanta lucha absurda dentro puede traer algo mucho más serio.

Por lo tanto, preocupémonos únicamente del momento actual, del ahora mismito y si ahora mismo te ocurre algo, ¡se lucha!

Todo este aprendizaje va unido a una meditación, que no es otra cosa que buscar un sitio tranquilo, ayudarte de música o de silencio, ponerte cómodo y durante cinco, diez, quince minutos, los que quieras, pensar única y exclusivamente en tu respiración. 

Un gran amigo me dijo que, al inspirar,  él “visualiza” que entra en el cuerpo aire azul, iluminando y purificando por donde pasa y que al expirar, sale un aire negro, llevándose todo lo malo que tenemos dentro. 

Probarlo, de verdad, no cuesta nada. A mí me ha encantado y ¡ojalá! tenga el tesón de seguir por este camino. 

Me gusta compartir lo que yo creo que a mí me va bien, porque esa es otra de las cosas bonitas de la vida: compartir.

5 comentarios en “Ni ayer, ni mañana: ¡Hoy!

  • Genial el símil de las bombas. Creo humildemente que las preocupaciones, las luchas absurdas contra todos y contra nada, las peleas…son la principal causa de muchas enfermedades. Reconozco que fallo muchas veces en ello (maldito pronto) y lecturas como ésta me ayudan a ser un poco mejor. Que grande eres Alicia!. Gracias una semana más por compartir tu interior.

  • Poco a poco vamos conociéndote, que delicia leer tus pensamientos

    El curso tuvo que estar muy bien; por el entusiasmo y la paz que respirabais las personas que lo hicisteis. !que envidia! sana, Yo curso de contabilizad!!

    Me alegro mucho que a partir de ahora al compartir el tren y metro, lo veas diferente, yo llevo años y nunca me ha estrenado, siempre he pensado que es un medio para llegar al destino y mientras leo o estudio, duermo o simplemente escucho conversaciones de móvil o de personas se me pasa el tiempo. Y pienso ya he llegado….

    Espero que cuando te desesperes, respires tres veces y pienses que suerte tengo de poder usarlos. Besos.

  • Gloria bendita leer lo que escribes, Alicia.
    Desde el corazón, desde la experiencia vivida, desde ese compartir tan sano que practicas. !Qué gusto!
    Gracias por hacérmelo llegar y por contribuir a que esa tímida sonrisa, no sea tan tímida esta mañana. Y que piensen lo que quieran!
    Feliz semana y… hasta otra.
    Un abrazo, de corazón a corazón.

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