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Y llegaron unos ojos azules

Cuando hace ya más de siete meses se fue mi querida, adorada y jamás olvidada Maià, ante mi infinita tristeza, los consejos de la gente que me rodeaba no se hicieron esperar. Todos hechos desde el cariño, y desde el conocimiento de saber lo que una mascota significa para mí.

Aunque hubo quien al día siguiente ya me quería traer un   precioso cachorro porque… “Tú no vas a poder vivir sin un perro”, la gran mayoría me “recomendaron” que por un tiempo, empezara a vivir un poco para mí; sin la angustia de los horarios, de las preocupaciones y de las responsabilidades.

Siempre he tenido muy claro que un animal no es un móvil, que cuando deja de funcionar hay que reemplazarlo rápidamente.

Un animal no se sustituye con otro. Un amor jamás se solapará con otro. El profundo dolor causado por la ausencia de quién te ha dedicado su vida, no se palia con la llegada de un nuevo miembro a la familia.

Sabía que necesitaba tiempo para mi duelo, y, por qué no reconocerlo, para recuperarme de todos los meses de angustia sufriendo la enfermedad, tanto de Nina como de Maià.

Cuando me decían que, por lo menos, me esperara un año para empezar a pensar en adoptar (jamás comprar) otro perrito, asentía con la cabeza, aunque el corazón, que me conoce desde que nací y al puñetero no puedo engañarlo, me decía por lo bajito: “¿Seguro? ¿Un año? ¿Tanto?

A Blau no lo he ido a buscar; Blau ha aparecido en mi vida. Si la noche del 9 de septiembre, cuando había subido de cenar en el hotel, únicamente me hubiera conectado a Facebook, exclusivamente para enviar la típica foto debajo del Reloj Astronómico de Praga, sin mirar lo publicado por otros contactos, seguramente la foto del pequeño pidiendo un hogar, jamás la hubiera visto, y por lo tanto Blau seguiría en el refugio La Amistad de Vallirana, de donde vino también mi querida Nina.

Pero, ¡ah, el destino! Aquellos ojos azules se clavaron en los míos, somnolientos por el agotamiento de la intensísima jornada, después de patearme esa preciosa ciudad, y me quedé hipnotizada por ellos (a pesar de mi cansancio, el nerviosismo me impidió dormir en toda la noche).

Ante todo debo dar las gracias a Dani por, desde el minuto uno, darme todas las facilidades del mundo para unir nuestros caminos. Gracias por su paciencia, porque no paré de pedirle fotos e información. Navegando por el bello Danubio, en la espectacular Budapest, mis compañeros de viaje iban compartiendo conmigo la alegría cada vez que recibía una nueva imagen del pequeño.

Y gracias también a Isabel por confiar en mí.

Blau, como otros miles, millones de perros, fue abandonado. El guion, casi siempre el mismo: Coche que se para en la carretera; ventanilla que se baja, y perro pequeñito que sale despedido por ella. Esta vez fue en Salamanca, como podía haber sido en cualquier otra parte de España. Afortunadamente quienes iban en el coche de atrás lo vieron y lo recogieron. Como no podían quedárselo y conocían el Refugio de la Amistad, y a quien lo dirige, lo mandaron “paquete exprés” en una caja para aquí.

Ayer por la tarde, con los nervios a flor de piel, llena de ilusión pero también con todos los temores del mundo por saber cuál iba a ser nuestra reacción al conocernos, llegué al Refugio.

Cuando lo vi, entre otros pequeños, y ya veteranos perritos, y me miró, se me saltaron las lágrimas. Era precioso, y ansiaba una caricia.

Desde el momento que llegó a casa, y tras inspeccionarla, y sobre todo descubrir la terraza, en donde los cristales le permiten ver todo lo que pasa por la calle,  me convencí que iba a ser muy feliz en ella.

Esta noche ha dormido como un bendito. Naturalmente, y pese a lo pequeñajo que es, se subió de un salto en la cama, y no se ha movido de los pies en toda la noche. Me he despertado varias veces, y no he podido evitar una sonrisa de felicidad al verlo dormir respirando acompasadamente.

Le gusta la calle; lo mira todo con curiosidad, como si estuviera descubriendo algo nuevo y maravilloso. Y le gusta relacionarse con otros animales. Ya ha conocido a su primo Merlín, que se ha mostrado emocionado al verlo, y a la tieta Nuria, a la que se le ha caído la baba ante la dulzura de este pequeño, que en solo dos semanas ha tenido más experiencias que en toda una vida.

Solo pido que quienes abrieron esa ventanilla, en algún momento de sus vidas se encuentren con otra igual por donde, de una patada, también les echen a ellos: de sus casas, o de sus trabajos, o del mundo.

Ahora mismo, mientras escribo, está tumbado muy, muy cerca, casi pegado; no sea que me vaya a marchar. Aun no le he dicho que soy escritora y que algún día, como ha comentado mi editora Sylvia, habrá un libro donde seguro que él será protagonista, como lo han sido Capi, Maià y Nina (Lúa).

Espero que no se enfaden conmigo por volver a ilusionarme. Los tres siguen y seguirán siempre pegados a mi vida y a mi corazón.

Un beso amigos y por favor…. jamás compréis ningún animal; hay miles esperando y mereciendo un hogar, y vosotros podéis darles la oportunidad de comprobar que el ser humano no es tan terrible como creían.

mde

 

5 comentarios en “Y llegaron unos ojos azules

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