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Pon un médico en tu vida

Si hay dos profesionales a los que acabamos recurriendo, más tarde o más temprano,  a lo largo de nuestra vida y a los que nos encantaría tener en nuestra familia, o entre nuestros amigos o como vecinos en  la escalera esos son : el médico y el abogado.

El resto de las cientos de profesiones que existen interesan a quien interesan y, por supuesto que tienen importancia y sin algunas de ellas el mundo dejaría de funcionar, pero ¿qué te puede solucionar particularmente un ingeniero aeroespacial, o una geóloga? ¿En qué momento de tu vida necesitarías recurrir a un licenciado en ciencias del transporte y la logística? En cambio, cuántos dolores de cabeza (nunca mejor dicho) nos hubiéramos ahorrado si en un momento determinado de nerviosismo o de ofuscación, hubiéramos podido coger el teléfono, o llamado al timbre del 2º 1ª y haber preguntado por aquel malestar que nos ha venido de repente, y nos está asustando, o por aquel papel que nos acaban de dejar certificado y,  solo de tocarlo, ya nos ha dejado más helado que un sorbete de limón.

Es curioso porque mientras nos da mucha más confianza un abogado serio, frío y con un lenguaje técnico, necesitamos todo lo contrario en un médico.


Si ante algo nos sentimos vulnerables (absolutamente todos) es ante una bata blanca. Toda nuestra entereza y nuestro dominio se coloca en la cuerda floja en el momento de entrar en una consulta. Por eso es tan importante que detrás de esa mesa, o de ese  fonendoscopio haya un “ser humano”.

Ya sabéis que siempre os cuento mis experiencias. Esta semana fui a hacerme unos análisis rutinarios de control y se los llevé a mi doctora de medicina general (me gustaba más el nombre que se les daba antes: médico de cabecera). Es una doctora que se ha convertido en una amiga. Pertenece a la mutua de mi empresa y es….¡una pasada!

Alta, fuerte y, de entrada, reservada. Te da la mano con firmeza, te invita a sentarte y te mira a los ojos (no como otros que te preguntan qué te pasa mientras están escribiendo en el ordenador).

La química existe o no existe, eso lo sabemos todos. Hay personas que, sin ningún motivo aparente, te repelen y en cambio hay otras a las que les contarías tu vida desde el día que naciste.

Pues esta doctora es de esta segunda clase. Desde el primer momento se creó una corriente de simpatía entre las dos. Supongo que también influyó que tiene una mascota y que hablando de libros se enteró que yo era escritora y acabó leyendo entusiasmada los míos. El hecho es que ahora nuestro primer saludo, cuando voy al centro donde trabaja, es un par de besos.

Teresa (no daré más pistas no sea que se me enfade) es de esas doctoras que hacen desaparecer los miedos y que da importancia solo a lo que tiene que dar pero tampoco te hace sentir como un hipocondríaco; respeta el espacio a las dudas y a los fantasmas que todos podemos tener en un momento determinado.

Te deja hablar, te deja que tú mismo des “tu diagnóstico” que, naturalmente, ya has sacado buceando hasta casi quedarte sin aire en las páginas del doctor Google y entonces te explica con términos llanos, con palabras sencillas y hasta con dibujos, la traducción a tus preocupaciones o a los resultados que le has puesto encima de la mesa.

Hay ahora una serie en la televisión pública (TV1) que está teniendo mucho éxito. Es una serie de médicos que va por la tarde y que sin saber por qué razón, acaba enganchándote. ¿Qué tienen las series de hospitales que nos hipnotizan? ¿Qué extraño morbo hace que nos emocionemos viendo el sufrimiento ajeno? Aunque sepamos que todo es ficción, porque a los eminentes doctores los hayamos visto haciendo de asesinos de viejecitas el mes pasado en otra cadena, acabamos creyendo todo lo que dicen.

Y esa es otra, ¿por qué tienen esa estúpida y desesperante manía de hablar con términos médicos? ¿Qué clase de satisfacción les produce ver las caras de los pobres pacientes que no han entendido nada y que acaban suplicando, casi con vergüenza, que por favor se lo expliquen en  cristiano?

Nunca lo entenderé a no ser que se trate de una especie de sensación orgásmica que los haga sentir superiores. Los médicos son médicos porque hay pacientes. La medicina existe porque hay enfermos. No creo que ningún estudiante que sueñe con ser médico lo haga para poder, el día que acabe la carrera, hablar con  los demás colegas en términos grecolatinos. Entonces, ¿por qué no pueden diagnosticar a una pobre señora que lo que tiene es simplemente un sabañón en vez de “acojonarla” diciéndole: “Le hemos detectado un eritema pernio? (Esto le ocurrió a un persona muy cercana a mí, con el consiguiente susto).

Mi querida doctora Teresa empatiza con la persona que tiene delante y sabe que palabras usar en cada momento, y si hay que hacer una broma, la hace y si hay que alertar de algo, alerta, pero sin angustiar. Yo creo que esa es la diferencia de ser un profesional con o sin vocación.

Las lecturas claras de los síntomas dependen, por supuesto, de la experiencia y de las muchas, muchísimas horas atendiendo cientos de casos.

Hace unos años, una lectura excesivamente alarmista de una analítica por parte del médico que entonces tenía, me llevó urgentemente a un especialista. Lo recuerdo como uno de los peores momentos que he pasado en mi vida. Cuando al cabo de tres días estaba sentada delante de este especialista, las piernas me temblaban. Él leyó el informe que el médico le había hecho y me miró. Nunca se me olvidarán sus palabras. Cito textualmente:

Sra. Lakatos,  y perdone la expresión, pero a usted ¿por qué coño le   han tenido que pedir estos marcadores?

La culpa había sido mía porque hacía poco había fallecido un compañero de trabajo y yo “aprensiva en grado sumo” solicité al doctor que incluyera en la analítica “algo” para detectar si podía tener “algo”.

Y el especialista continúo: estos marcadores no indican nada. Para que fueran preocupantes tendrían que ir asociados a otras cosas que ni siquiera se las han pedido. Si están más altos de lo normal puede ser debido a un montón de cosas: desde una pequeña infección hasta un estado de estrés. Pero ¿sabe lo que se ha conseguido con pedir esta analítica?

Mi cara era de asombro total.

Pues primero: que usted haya pasado tres días sin dormir (cierto) y segundo: que ahora me vea obligado a hacerle unas pruebas (con el dinero que cuestan) porque, aunque yo sé positivamente que no hay nada, quiero evitar que si de aquí treinta  años  usted tienen algún problema no pueda decir: yo una vez tuve unos marcadores altos y no me hicieron caso.

Efectivamente, el escáner demostró que estaba más fresca que una lechuga.

Qué importante es encontrar esa persona que te entienda, que no te juzgue, que comprenda tus temores y que te haga salir más ligera que un pajarillo si todo está bien, o  te dé su mano y te  acompañe en el difícil camino que vas a tener por delante si realmente hay que luchar.

Mis querido amigos/lectores, cuando a veces la niebla de los miedos oculta la visión clara al raciocinio que bueno es que haya personas, como la doctora Teresa, que abren la ventana de par en par para que entre el sol.

Un beso a todos. ¡Ah! y algún día hablaremos de abogados.

7 comentarios en “Pon un médico en tu vida

  • Esta vez querida Alicia tengo el honor de escribir el primer comentario.
    Conozco a esa doctora y me parece encantadora y muy humana, te da confianza y te explica todo con sencillez. Ojalá todos los médicos fueran así.
    Gracias por deleitarnos con estos escritos. Un beso.

  • Hace poco publiqué una carta de agradecimientoa mi psiquiatra, el Dr Oliver, cuando nos tratab mal, hemos de protestar, pero por los mismos motivos, cuando ese meédico, no solo nos cuida el cuerpo s i no tambien el alma, con muchas mas razones. Un abrazo, reina.

  • Aquí solo puedo suscribir tu opinión, estoy totalmente de acuerdo, los doctores/as que te escuchan y tranquilizan son los que realmente te curan, física y mentalmente. No hay color, si tienes un professional de la salud como Dios manda, que los hay, el cincuenta por cien de tu enfermedad está curada y del resto se encargará la medicina "química". En una ocasión me atendió esta Doctora y no se me ha olvidado.
    Una Vez más gracias por tus publicaciones.

  • Muchas gracias Alicia, por contarnos cada día anécdotas de la vida, que a los mortales normales nos pasan inadvertidas y tú con tu característica sencillez y sensibilidad para advertir cada momento nos lo explicas y de esta forma te vamos conociendo un poco más. Gracias y sigue así.

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