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Mi vida por un abrazo

Los humanos necesitamos de vez en cuando que nos den alguna bofetada para espabilarnos y para reaccionar. 

Si hay unas frases que se repiten en todos los sepelios hasta la saciedad son: “Hay que vivir” “Deberíamos dar menos importancia a las cosas” “No valoramos lo que tenemos”….. 

¿Cuánto nos duran estos buenos pensamientos?, lo que tardamos en salir de ese  tanatorio y volver a dejarnos engullir por la ciudad, por  las prisas y por la competitividad en todo, hasta en ver quien llega antes a la cola del  pan.

Todos nos sentimos el ombligo del mundo y pensamos que nuestros problemas son los más importantes. Ese estúpido alarde de ver quien está peor o a quien le han mandado más medicamentos. Ese aborrecible defecto de no escuchar y de preguntar, única y exclusivamente, para poder dar pie a contar todas tus dolencias. 

   – ¿Y tú como estás?
   – Pues parece que me duele un poco la  cabeza y… 
   – Pues a mí me va a estallar, tengo una jaqueca que se me salen hasta los ojos de las órbitas.

 ¡Yo, yo, yo!

Cuando estamos sumergidos dentro de ese pozo ególatra donde la única visión que nos interesa tener es la de las personas que tienen más y que viven mejor, necesitamos encontrarnos de frente con esa otra realidad a la que a veces le volvemos la cara por aquello de que:  «Ojos que no ven, corazón que no siente»

El martes pasado estaba sentada en el sofá después de cenar; iba saltando de una cadena a otra, sin pararme en ninguna concreta, buscado algo que me distrajera. De repente en la pantalla apareció Wyoming y Gonzo. Muchas veces veo “El Intermedio” pero a veces me cansa el estado contínuo de bromas y gracias del presentador. Esta vez, sin embargo, tenía el semblante serio y me chocó. Iban a emitir una entrevista con Francisco Luzón y Alberto Bayo, dos personas de muy diferente ámbito social pero unidos por un mismo lazo.

Francisco Luzón fue durante muchísimos años lo que se puede denominar un triunfador: un banquero afamado reconocido mundialmente. 

 A los 64 años se pre-jubiló (polémicas aparte, que ahora no hacen al caso).Supongo que estaría soñando con este momento para poder hacer todo aquello que en su intensísima vida no había podido. Al cabo de un par de años de esta deseada jubilación, comenzó su calvario. De médico en médico, de prueba en prueba, de angustia en angustia hasta que le diagnosticaron por fin: Usted tiene ELA (esclerosis lateral amiotrófica o lo que es lo mismo y en términos totalmente profanos, cuando el cerebro deja de emitir órdenes al resto del cuerpo y todos los órganos y funciones se van atrofiando hasta morir)  

 Esta terrible y traidora enfermedad es una de las más crueles que existen porque  le “permite” al enfermo tener una cabeza lúcida mientras va siendo testigo de excepción de como todo su cuerpo se va destrozando, paulatinamente, sin que pueda hacer absolutamente nada para evitarlo. El mismo Luzón la ha definido como: la enfermedad donde las personas quedan atrapadas en un  cuerpo que ha dejado de funcionar. Acaban por no poder hablar, caminar, comer, beber……¡vivir!

 En el magnífico reportaje entrevistaron primero a Francisco Luzón que se comunicaba por medio de un teléfono móvil en el que él iba escribiendo y cuyo texto se reproducía a través de un mecánico e impersonal altavoz (los primeros pasos de la enfermedad le dejó sin habla). Ha creado una fundación para todos los enfermos de ELA, que se ha convertido en su lucha diaria y en el motivo que le hace levantarse, (mejor dicho, que hace que le levanten) cada día con ilusión.

Mientras lo veía impactada intentaba ponerme en su lugar y pensaba: Yo estaría deseando morirme. Pues él, con la mejor de sus sonrisas, sobretodo la de sus expresivos ojos, ya que sus labios están sellados, afirmó que hay que disfrutar de la vida, conservarla y amarla porque es lo más maravilloso que tenemos, 

La enfermedad es la misma para todo quien la padece. No reconoce de clases sociales ni de colores pero, obviamente, la calidad de vida dependerá del estado económico de cada persona. No es lo mismo que estén pendientes de un enfermo: cuatro asistentes, dos quiro masajistas y un psicólogo, a que el enfermo tenga que luchar contra este «monstruo» con la única ayuda  de su anciana  madre.

Ese es el desesperante caso del segundo entrevistado: Alejandro Bayo. Un hombre atractivo, con una permanente sonrisa que solo desaparecía cuando se enfrentaba al fantasma añadido a su propia enfermedad: su precaria situación  familiar. Vivía con su madre de 86 años que es quien se cuidaba prácticamente de él y con una pensión final, después de muchas luchas, de un poco más de 1000 euros.

 Hablaba, con un cierto pudor, de las veces que se había caído y su madre se había visto incapaz de poder levantarlo y habían tenido que acudir a la policía para que entraran en el domicilio y lo ayudaran a sentarse en su silla de ruedas o a acostarse en la cama.

Sin embargo, lo que me dejó absolutamente sobrecogida fue su confesión de que una de las cosas que más echaba en falta  era: poder abrazar. En este momento de la entrevista se distinguió claramente que cortaron el plano porque la emoción le impidió seguir hablando.

Agradecía las personas que le daban fuertemente la mano (la que todavía puede mover) o se agachaban para abrazarlo en su silla, pero él necesitaba ese contacto del abrazo del cuerpo entero.

 Cuando Gonzo le preguntó: Si la vida le concediera dos minutos en plenitud de facultades, ¿qué es lo que aprovecharía para hacer en esos dos minutos? Él lo pensó tan solo unos segundos y con una enorme sonrisa soñadora reafirmó : Abrazar.

Cuántas veces me gustaría abrazar; cuántas veces me encantaría que me abrazaran y por una estúpida vergüenza o por pensar que me van a juzgar como frágil o pegajosa no lo hago.

 ¿Por qué tenemos que llevar siempre preparada esa falsa capa de frialdad y de súper hombres/mujeres, aparentando que toda demostración de cariño nos hace más débiles?

 Por favor, abrazar a quien tengáis ahora mismo al lado, aunque os diga que por qué lo hacéis, aunque os mire de una forma extraña y os pregunte . «¿Y eso?»

  Nosotros que podemos seguir sintiendo el cuerpo de la otra persona unido estrechamente al nuestro, ¡aprovechemos! Quien sabe si la vida algún día hará que recordemos con nostalgia lo que pudimos hacer y no hicimos.

 Un fuerte, fortísimo abrazo a todos y mi mayor respeto y cariño a las miles de personas que viven apresadas en la cárcel de esta enfermedad.

8 comentarios en “Mi vida por un abrazo

  • Pedazo de artículo, amiga Alicia, para mí el mejor. Excelente resumen de lo que hay que hacer para amar la vida. Sólo falta añadir una copita de rioja para que la sonrisa sea más profunda y el abrazo más espontáneo (es broma). Lo que sí digo bien en serio es que somos tremendamente afortunados de dónde nos ha tocado vivir, tenemos médicos y no nos va a comer un león o nos va a explotar una bomba. Creo que la mayoría de nuestras quejas son, como mínimo, desproporcionadas y nuestras prisas ridículas…vamos en fila india en el coche prácticamente parados y luchando por este agujero en el carril de al lado; discutimos todo el viaje…¿vale la pena?.

    Otro pensamiento: si hemos de discutir con una persona que queremos, ¿vale la pena?. ¿No es mucho mejor darle un abrazo, o un beso, interesarte en cómo se siente y aprovechar este día soleado?

    Feliz Sant Jordi a todos y aprovechad para regalar, comprar y, sobretodo, leer muchos libros toooodo el año.

    Un beso Aliciay lo dicho, articulón. Brutal y esencia pura de artista al 100 por 100!

  • Totalmente de acuerdo con Francesc, un escrito y un resumen impresionante. Leer i ver todo al mísmo tiempo.
    Cuantas veces hemos sentido ganas de abrazar y no lo hemos hecho, la timidez, el miedo al ridículo, ¿Pero qué ridículo? Cómo alguien puede pensar que un abrazo es ridículo!!! Precisamente hace un tiempo, no mucho, se hablaba de la importáncia de los abrazos, de lo que alargan la vida, loa expertos decían, creo, que hay que abrazar al menos seis veces al día, que los abrazos liberan una hormona, no recuerdo el nombre, que está relacionada con el placer y las relaciones emocionales. Así que, prepárate querida amiga que el lunes te voy a dar un abrazo que te dure todo el día.
    Un gran abrazo a todos los que sufren enfermedades del tipo que sean, las personas no deberíamos enfermar tan gravemente.

    Alicia cada semana te superas, gracias por compartir tus emociones a través de tus escritos y abrazar a la vida como lo haces.

  • Muchas felicidades Alicia, por tu gran sensibilidad. Me has cautivado con tu escrito. Yo siempre doy gracias por ver una flor, olerla, poder abrazar,amar, comer, trabajar…. Y un monton de cosas que cada dia no damos importancia y nos hacen feliz.

    Valoremos laa pequeñas cosas y demos gracias por poderlaa disfrutar.

  • Ojala pudiéramos grabarnos a fuego todas las cosas que dices y "saborear" todo lo que tenemos, pero se nos olvida tan pronto….. Muchas gracias por tu comentario tan generoso. Un abrazo.

  • Excelente escrito lleno de sensibilidad. Hay que dar gracias cada día por poder estar bien y valorar lo afortunados que somos. Y no olvidar la importancia que tiene el demostrar cariño dando un abrazo. Un enorme abrazo a todos.

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