Cuando voy paseando con Nina por la calle y veo que su actitud, a pesar de los cinco meses que ya lleva en casa, sigue siendo de miedo, de temor ante cualquier movimiento extraño, de recelo ante cualquier persona que vaya detrás de ella, de pánico incontenible ante un fuerte ruido, o incluso que llega, si por cualquier motivo yo alzo un poco más la voz (un tropiezo o un estornudo) a tirarse al suelo en un acto de auténtica sumisión, como esperando un castigo…. Cuando la veo que sufre y que esa larga cola sigue sin querer izarse, y que las bellas orejas no encuentran fuerza para levantarse, me gustaría poder darle una pastilla mágica y que olvidara todo su pasado.
¿Qué los animales no tienen memoria? ¿Qué si les pasa algo malo lo olvidan? ¡Qué más quisieran muchos humanos! ¡Qué mas quisieran, para lavar sus podridas conciencias, que aquellos animales a los que han maltratado, o vejado, se olvidaran de todo el sufrimiento que ellos les han ocasionado!
Cuando estamos en casa y la achucho, y la abrazo, y ella empieza a emitir esos pequeños gruñidos de alegría y de sorpresa, dejándose querer, me gustaría más que nunca que me entendiera. Que fuera ya creyendo que no le va a pasar nada malo; que está protegida; que somos muchos los que la queremos, y que vamos a luchar por ella y por su felicidad.
Nina no sabe besar. Si me acero, le doy un beso y le digo: “Venga, ahora tú…..” se me queda mirando con esos preciosos ojos tristes y lo máximo que hace es mover su enorme cola.
Maià, desde la sabiduría que le dan los años y la vida tranquila (más o menos) que lleva desde que nació, a veces se aproxima a su cuna y la observa con curiosidad (todo el cuerpo de ella es casi como la cara de Nina).
Hubo unos días, al principio de su llegada, que me empecé a obsesionar con la idea que le pudiera hacer algo. Pensaba: “Mira que si un día saca todo el genio que ha ido aguantando durante tantos años y cuando Maià se le acerque por algo, ella se rebota y la muerde”. Un mordisco de Nina, se la traga entera. Pero no, ella es incapaz de hacer mal a nadie.
Me imagino que entre ellas hablan, o se comunican de alguna manera. No sé cómo: tal vez con el pensamiento, tal vez por las ondas, tal vez por los sentimientos. Seguro que Maià le pregunta: ¿De qué tienes miedo?, y Nina le contesta: ¡De todo!
Ojalá Maià pueda transmitirle lo que yo no puedo. Ojalá ella le diga que yo soy buena, que la quiero (a veces demasiado, recalcará) y que cuando las dejo solas tantas horas, no es porque las abandone, es porque me tengo que ir a trabajar para que ellas puedan comer bien, puedan tener veterinarios que las protejan y puedan tener calor en invierno y fresquito en verano.
Ojalá Maià consiga que Nina aprenda a disfrutar de los paseos, sobre todo los muy matutinos, cuando prácticamente no nos encontramos con nadie, la hierba huele a vida, el canto de los pájaros nos acompañan todo el camino, y el todavía medio adormilado sol, nos empieza a acariciar con sus tímidos rayos (luego ya cogerá confianza).
Ojalá Maià pueda quitarle los miedos y convencerla que “fuera” no está el enemigo. Que aunque vea otros perros, cada uno va con su dueño. Que las personas (aunque lleven bolsas, o vayan con bastón o vayan corriendo) no le van hacer daño.
Que si la gente a veces grita por la calle, no es que les pase nada, es que, simplemente, estamos en un país donde casi todo se dice gritando.
Que si le pasa muy cerca una paloma, o una cotorrita o un gorrión, no la quieran picar, seguramente querrán saludarla y darle los buenos días.
Que si yo un día doy un golpe en la mesa, no es porque esté enfadada con ella, si no porque estaré cansada, muy cansada y es mi absurda forma de revelarme (los humanos somos complicados).
Ojalá Maia sea esa pastilla mágica que yo tanto desearía tener. Y quizás ella logre, no que olvide el pasado, pero sí que aquello que la hizo sufrir tanto, quede en el rincón perdido de los recuerdos,
¡Venga Nina!, hasta que no te arranque el primer beso, no voy a parar. ¡Te quiero, grandullona!
Tienes dos auténticas estrellas de cine, tus guiones son dignos de la mejor serie de TV. Tienen la suerte de tener a la mejor compañera del mundo que las cuida, las mima, les consiente todo, les habla y…¡les quiere con todo su corazón!. Claro que Nina va a aprender a besar, con una profesora como tú…Gracias, una semana más, por tu magia.
Gracias Francesc una semana mas por estar a mi lado. Aprovecho hoy para desearte lo mejor del mundo en este especial cumpleaños. Que siempre tengas esa alegria contagiosa. Un beso, hoy mas que nunca, enooooooorrrrrrme.
Nina, que personaje, creo que cuando nos conozcamos nos asustaremos mutuamente, ya que a mí me dan pánico los perros (supongo trauma de pequeña) y a ella los humanos. Pero igual acabamos siendo amigas. Su mirada lo dice todo, se nota que es todo dulzura y como bien dice su amiga Alicia es un osito de peluche.
Ha tenido mucha suerte de compartir con Maià y Alicia su vida. Que la disfrute.
Seguro que haríais muy buenas migas.Cuando quieras puedes venir a casa a quitarte tu trauma infantil. ¡Te espero!