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La gatita Kyra y el canario Messi, “Guardianes de los recuerdos”

El día  que Olga me lo presentó, me robó el corazón. Primero porque se parecía muchísimo a un tío abuelo mío, cuyo recuerdo estaba íntimamente ligado a mi infancia. Un tío al que yo había querido mucho y que con el tiempo, me fui dando cuenta de la increíble personalidad que tenía.

El padre de Olga, como mi tío, cuando lo conocí noté que tenía también algo de especial: ¿su cara?, ¿su sonrisa?, ¿su frágil figura? no lo sé, quizás un conglomerado de todo.

Me di cuenta que era un hombre que desprendía bondad. Con un hablar tranquilo, sin estridencias. No me sentí extraña a su lado, al contrario, me hubiera encantado llevármelo a alguna cafetería, y delante de un buen café, haber estado hablando y sobretodo, escuchando.

En muchas ocasiones, cuando mi amiga habla de él, siento una especie de punzadita en el corazón. Dicen que la envidia sana no existe, yo creo que sí, porque a Olga la envidio, cuando se le iluminan los ojos contando los esfuerzos, las luchas y los triunfos de su padre ante los avatares de la vida.

Los años pasan, y a veces los recuerdos se difuminan, y los conocimientos adquiridos durante toda la vida, se entretienen jugando y escondiéndose en lo más remoto de la memoria. Allí donde es difícil encontrarlos, a no ser que tu coraje y tu tesón  consigan abrir todas las puertas que el tiempo se empeña en cerrar.

Por suerte, para ir abriendo estas puertas no está solo. Están todos los suyos al lado; muy cerquita, sin perderlo de vista ni un instante.

Pero ahora cuenta con la ayuda dos increíbles aliados, que le han hecho despertar un poco, de ese sopor que produce la monotonía diaria:

Messi, el canario, que haciendo honor a su nombre, es también todo un campeón, pero en vez de con la pelota, con sus cánticos, con sus trinos y con su belleza. Sus maravillosos sonidos no permiten que el silencio invada sus horas de desánimo.

Y sobretodo ella… ¡Kyra! la pequeña gatita casi recién llegada a la casa, que ha conseguido ponerlo todo “patas arriba”. Dulce, de precioso pelo e impresionante mirada. Repleta, casi a punto de explotar, de un amor inmenso para repartir. En esta ”tómbola” del cariño, creo sinceramente, que el padre de Olga se está quedando con todos los boletos.

Su presencia, su alegría, su compañía y su amor desinteresado están haciendo que Baldo vuelva a sentir emociones, quizás perdidas o quizás un poco abandonadas. Esta pequeña muñeca, está obligándole a “ponerse las pilas”, pero esta vez de las duraderas, como aquellas del anuncio que “duran y duran…….”

Bajo la divertida mirada de su esposa o de sus hijas, Baldo está viviendo momentos maravillosos, como cuando Kyra se acomoda plácidamente  en su regazo mientras ve la televisión,  fundiéndose con él de tal manera, que no se sabe donde empieza uno y acaba la otra; o como cuando, curiosa donde las haya, se le pone encima de esos cuadernos de deberes que tanto le  ayudan a agilizar la mente “¿lo hacemos entre los dos?”, o simplemente cuando se miran a los ojos con complicidad y notan que se les llena el alma de alegría.

A veces el cariño de los nuestros nos agobia. A veces necesitamos sentir, no que somos el continuo objeto de protección, si no que nosotros volvemos a ser los protectores. Necesitamos volver a sentirnos necesarios para alguien. Que nuevamente tenemos obligaciones, que tenemos compromisos.

Son sentimientos que te hace crecer y poner otra vez toda la maquinaria emocional en marcha. Que  algo tan delicado y puro como un animal, dependa de ti para ser feliz, que tú seas su vida, ¿es una gran responsabilidad? ¡por supuesto!, pero ayuda a volver a plantarle cara a la vida. 

Olga me cuenta que todos los niños y los animales se acercan a su padre y acaban no queriéndose marchar de su lado. ¡Qué pena que cuando crecemos perdemos este maravilloso instinto de saber dónde está la virtud de las personas! ¡Qué pena que cada año que cumplimos nos vamos alejando de la pureza, de la inocencia  y de la espontaneidad!

Por eso a Kyra, como a Messi,…… al que ella mira de reojo, pero sabe que hay que respetar, si no quiere acabar en el “banquillo”, la Diosa Fortuna les ha dado el regalo de poder vivir al lado de una persona tan extraordinaria como el padre de Olga.

Por eso a Baldo, la Diosa Fortuna le ha puesto en su camino a estos dos seres que le exigen esfuerzo, dedicación y atención. Ellos posiblemente serán los que más le ayuden a bucear en sus recuerdos, y a no permitir que ninguna ola se los lleve.

   

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