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La competitividad nos está volviendo idiotas, o ¿cuántos amigos tienes en Facebook? ¡Yo más!

Me ha salido un título un poco largo, pero ¿cómo acortar la realidad?

Ya sabemos que la vida es una dura competición desde el mismo momento en que asomas la cabeza a este nuevo mundo y te encuentras, en el mejor de los casos, con unas asépticas batas verdes, una señora congestionada a punto de reventar y a lo mejor, o a lo peor, un señor con una cara totalmente lívida, armado de una cámara de vídeo o de un teléfono móvil, empeñado en  inmortalizar  tu primer berrido, después de un buen azote en el culo. ¡Bien empezamos!

En la vida se compite por todo, y no es malo; te hace intentar superarte y crecer. La competitividad “sana” ayuda, pero no es de ese tipo de competitividad del que quiero hablar, si no de esa ansia de ser mejor que el de al lado y, por supuesto, poder lanzarlo a los cuatro vientos. Ya no es “yo soy el mejor” si no “tú eres peor que yo”

Competir en el colegio, en el trabajo, y hasta a veces incluso en el amor, donde hay un solo pastel, y muchas moscas alrededor queriendo ser las primeras en hincar su…¿qué tienen las moscas?, ¿picos?, ¿morritos?, ¿con qué comen? Esperar, que lo consulto en Google…. … no me he aclarado demasiado, dicen que succionan, lamen o pican (que asco de ejemplo) , bueno pues sea como fuere, competir en el amor también es lógico.

Lo que yo me asombro es de esa estúpida competición por todo, que hace que perdamos, en muchos casos, hasta la educación  y las buenas formas.  ¿Cuántos tienes tú?, ¡yo más!. Es igual de lo que estemos hablando: ¡yo más!

Os voy a poner hoy el  ejemplo  de las redes sociales, y dejaremos para una próxima publicación los medios de transporte y las colas de los supermercados. ¡Tela!

Ahora hay que tener, para ser alguien, un millón de contactos en tu whatsApp y, como mínimo, dos millones y medio de amigos/seguidores en Faceboof, o Twitter o Instagram.

El otro día, hablando con una persona de esas que solamente se rigen por las cifras, me preguntó que cuantos contactos tenía yo en mi whatsApp, cuando le contesté, intentando hacer memoria de la cifra que sale a veces arriba de tu móvil cuando te conectas “Pues… unos 120…” ¡QUÉ LE DIJE! Abrió los ojos como platos y me dijo entre espasmos y a punto del colapso coronario (si es que existe el colapso coronario) “¿120??????, ¿soooooloooooooooooo?”

Después de dejarlo hablar durante un buen rato y escuchar sus estúpidas teorías de que en el whatsApp está el futuro, que si quieres relacionarte, moverte, etc,etc,etc tienes que tener, como mínimo, 500 contactos (tirando por lo bajo), para poder demostrar  que eres una persona medianamente popular, le argumenté: Y ¿por qué 500 personas, que seguramente la mayoría de ellas me importan un pepino, tienen que tener algo tan importante e íntimo para mí como es mi teléfono particular? ¿Tú sabes el mal uso que se le puede dar a esta información? Y el pobre, que es un poco tonto, me replicó, “No, porque cuando quieras lo eliminas”, a lo que yo, le contesté: “Ya, pero siempre tendrán mi teléfono”.

Ese afán de que el whatsApp crezca y crezca, con contactos que posiblemente has apuntado por algo concreto, pero que en tu puñetera vida vas a volver a necesitar. Contactos que como cambien la foto y en vez de la de persona pongan la de la mascota o la del sobrino, ya no sabes quienes son.

Y con la facilidad que se da ahora tu whatsApp a otras personas…. A veces recibes mensajes: “Hola soy fulanito, que menganito me ha dado tu whatsApp porque a él se lo dio citanito que te conoce”. ¿Y a mí qué? ¿Quién es citanito para darle a menganito un teléfono que luego fulanito va a tener grabado a fuego en su teléfono? Perdona, es MI teléfono. ¿Se nos está yendo la olla?

Y, ¿hablamos de los grupos?, no, mejor no ¿verdad? Esa persona que en un momento de delirio de liderazgo, empieza a meter personas dentro de un grupo y de repente te llega un mensaje: «Estás ya en el grupo de….antiguas alumnas (¡Dios!), mamás que toman café cada día en el bar La Paqui…. Amantes de las carreras de caracoles…… Y claro, ¿qué haces? Si te sales: ¡malo!, porque el día que te vuelvas a encontrar con esas viejas alumnas, o mamás del bar la Paqui o amigos de los caracoles, te pueden mirar mal o hacer el boicot, y si aceptas…..¡allá va Dios!: cada día cientos de whatsApps desde primera hora de la mañana. Que al principio se centran en las cosas por las que ha sido creado el grupo, pero después ¡ancha es Castilla!, hablemos de todo un poco. Aquí, ya sabéis que solamente hay una solución si no queréis quedar mal: Silenciar el grupo, no por unas horas, o por una semana, si no por un año entero. Dos no dejan ¿verdad?

Y el Facebook…. Ese es un chivato que denuncia, claramente, lo poco popular que eres o lo muy antipático que te has vuelto, porque ¿cómo es posible que solo tengas 60 seguidores? ¡Por Dios! 

Hay que tener muchos, ¡muchiiiiiisimos!. Ir aceptando todas las peticiones de amistad que te vengan, aunque sean por casualidad, aunque no sepas quienes son, aunque sí sabes quienes son pero en tu vida cotidiana, fuera de las redes, si pasas por su lado ni siquiera les dirijas la palabra, aunque veas su perfil y no tenga nada que ver con el tuyo, aunque…… ¡es igual! Acepto, acepto, acepto. ¡Hala, tengo 500 seguidores , ¡qué grande soy? ¿y tú….?

Puede que yo sea muy rara, no lo sé, pero os tengo que contar, ahora que estamos entre amigos, que últimamente he recibido, y no quiero parecer pedante, muchísimas solicitudes de amistad. Por los libros, por mis causas animalistas, por nuevos amigos, por el blog….. y a la grandísima mayoría no las acepto porque pienso: ¿para qué?

A veces me meto en sus perfiles y veo que son personas que pueden tener algún nexo de unión conmigo, pero que posiblemente todo lo que me vayan a “inundar” con su información, no me interese.

A  mí me encanta conectarme a Facebook (en otras redes soy menos activa) y en un momento ponerme en contacto con la gente que quiero y que aprecio. Ver sus novedades, ver sus estados de ánimo, ver sus nuevas ilusiones o sus viejas tristezas. Dar un simple “me gusta” que a veces es un decir “sigo aquí”. Prefiero calidad a cantidad.

Pues no, estoy equivocada. El auténtico subidón de ego consiste en ponerte al lado de cada “amigo”, ver los amigos que él tiene a su vez, y confirmar que tú tienes más. ¡Qué guay soy, qué popular y que vida social más increíble tengo!  Porque eso sí, en las Redes sociales hay que contar TOOOOOOODO lo que haces. Absolutamente todo: si comes, si cenas, si bebes, si vas en moto, si vas en cohete, si te has pintado una uña, si te han cortado el dedo gordo del pie……¡Todo! 

Claro que… ¿cuántos dedos te han cortado  ti? ¿Uno? ¡A mí dos!

Amigos, mis queridos amigos que me estáis leyendo, yo no quiero tener más, quiero teneros a vosotros

8 comentarios en “La competitividad nos está volviendo idiotas, o ¿cuántos amigos tienes en Facebook? ¡Yo más!

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