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El triste canto del pájaro de madrugada

Me gusta despertarme con el canto de los pájaros. Me llena de energía pasar del mundo de los sueños al mundo real, acompañada por los trinos de los cientos de pajaritos que se juntan en un enorme árbol que tengo delante de mi casa.  En el silencio de la madrugada, sus “conversaciones” se convierten en  un clamor de vida que llena, con el mágico y majestuoso sonido de la naturaleza, cada rincón de la calle.

Es la época en que se sienten más felices. Ya no amenaza el duro frío del invierno con helar sus plumitas. Ya pueden ir volando de un árbol a otro descansando en las frondosas ramas llenas de verdes hojas que les protegerán de la lluvia. Ya pueden proclamar a los cuatro vientos que están enamorados y esperar ansiosos la llegada de los destinatarios de ese amor. Cantan o pían o gorgojean con toda la fuerza que sus pequeñas gargantas les permiten.

Pero dentro de ese matinal concierto sinfónico, escucho siempre un “músico” en especial, cuyo canto destaca sobre  todos los demás. Tiene una voz potente, con un timbre agudo. Me imagino a este pajarito separado del resto; en otras ramas o en otro árbol. La melodía que sale de su diminuto cuerpo es triste, casi como un lamento. Alarga la nota hasta dejarla morir y tras un mínimo respiro, vuelve a emitirla. Una vez, otra vez, otra vez…

Quizás sea un reclamo para buscar compañera;  quizás sea un aviso al hostil mundo que tiene por abajo; quizás cante para aplacar su propia soledad…

¡La soledad!: gran amiga si la buscas; terrible enemiga si te encuentra.

A los 20, 30, 40 o 50 años, la  soledad es una palabra en la que nadie piensa. Se ve tan lejana que su significado se desvanece. “Yo nunca estaré solo; tengo mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis amigos, mis compañeros….”.

Cuando escuchamos hablar de personas que, al cerrar la puerta de sus casas, hasta el timbre permanece en un despiadado silencio; cuando de vez en cuando los noticiarios reservan dos escasos minutos para contar un nuevo caso del hallazgo de alguien que ha muerto en soledad, y que hasta que el olor no ha dado la voz de alarma, nadie ha echado de menos, nos auto convencemos….. ¡A mí nunca me pasará esto!

La soledad, a medida que nos vamos haciendo mayores, va achicando su cerco.

Siempre he pregonado algo que no es cierto: “Me gusta la soledad; disfruto con ella”. No, en realidad, no sé lo que es (y ojalá nunca lo sepa). La soledad no estar solo: es sentirse solo.

Yo estoy rodeada de personas que me hacen sentir viva. Dentro de mi casa me esperan mis dos perras, con las que jamás me puedo sentir sola (quien tiene mascotas me comprenderá). Sé que tengo la gente que me quiere que no dejará pasar un día sin enviarme, aunque no sea mas que un simple mensaje, esperado mi contestación. Tengo una vida interior rica que me llena cada minuto. Tal vez debería cambiar ese: “Me gusta la soledad” por  “Me gusta estar independiente”.

Hay un cartel en el metro, que colocaron por una campaña de Navidad, que me impresionó muchísimo y lo sigue haciendo cada vez que lo miro.

Una señora muy mayor de 92 años, está delante de la ventana de su casa. Mira nostálgica al infinito con un gesto abatido. El cartel traduce sus pensamientos: “Nunca hubiera imaginado que lo peor de hacerse mayor fuera la soledad”.

Una terrible soledad que costaría tan poco mitigarla…. ¿No os habéis dado cuenta de la necesidad que tienen las personas mayores de hablar? Son tantas horas de silencio dentro de sus hogares que cuando salen a la calle están sedientos de una conversación, por pequeña y banal que sea. Hablar y ser escuchados.

El martes por la mañana fui a una frutería y mientras estaba mirando unos plátanos una señora se me colocó al lado. Nos miramos, ella me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Extrañamente tenía unos ojos claros preciosos. Ahora es normal que casi todos los chiquillos tengan los ojos claros, pero encontrar personas muy mayores con los ojos azules o verdes no es tan usual. Como vi que seguía mirándome le comenté que no me acababan de convencer los plátanos porque estaban verdes y a mí me gustaban más maduros.

Este simple comentario le dio pie para contarme todo su historial clínico (era diabética) y explicarme lo que quiso a su marido, que había fallecido hacía diez años, lo felices que fueron, y hasta la fruta que le gustaba y que ella se la preparaba troceadita en el plato. Me contó que vivieron casi media vida con su suegra pero que ella la cuidó como si fuera su propia madre y que su marido siempre se lo agradeció. Que para ella sola con una pieza  de fruta tenía bastante, pero que cuando sus hijos o sus nietos le avisaban que irían a verla, compraba hasta un melón o una sandia entera. “No vienen mucho”, se le escapó mientras distraidamente comprobaba la dureza de una manzana.

¡Qué monstruoso puede llegar a convertirse el ser humano cuando algo le estorba! Hoy 1 de julio, comienzo de vacaciones para millones de personas, empezará “la temporada” en que más de una puerta de un coche se abrirá en una gasolinera, para que el confiado perrito de la familia baje un momento, cerrándose después ante el terror de quien no entenderá qué ha hecho mal para que su coche se aleje sin él.

“La temporada” en que más de un hospital recibirá la visita en urgencias de una familia con el abuelo de turno que se ha puesto malísimo, y…. “Ya vendremos”.

Yo tengo muchísimo defectos, con el tiempo los he ido reconociendo todos, pero hay uno que sé que no tengo (quizás por propia pereza) y es el rencor. Cuánta energía y cuánta vida te quita estar atormentándote siempre con lo que te hicieron y pensando en cómo devolverlo. Sin embargo espero, si hay alguien por ahí arriba, que todas estas personas que abandonan seres indefensos que lo han dado todo, simplemente porque “fastidian las vacaciones” se encuentren algún día con el mismo pago.

Mis queridos amigos, si podemos, contribuyamos a mitigar la soledad, aunque no sea más que con una sonrisa, con una caricia, o con algo tan sencillo como escuchar a esa señora en la frutería.   Ayudemos a que el pajarito de madrugada sepa que no está solo. 

8 comentarios en “El triste canto del pájaro de madrugada

  • La soledad de lo mayores … La podemos prever en nuestro mayores, que por suerte tuvieron la suerte de tenertos a nosotros cerca y pendientes de ellas, como tu dices, la soledad es un estado de ánimo en el que aveces nos refugiamos cuando no tenemos nada alrededor y nos refugiamos en nosotros mismos. Tu nunca estarás sola, porque tienes un alma generosa en el que tus amigos siempre encontrarán cobijo. Besos.

  • Has empezado el relato con un canto a la vida, y has provocado en mi una sonrisa, mientras escucho el pájaro que tiene mi padre cantar y has acabado conmoviéndonos el corazón, con la soledad.

    Alguna vez hemos hablado de ese cartel y cada vez que lo veo se me encoge el corazón y pienso en las personas que están en sus casas solas y lo único que que necesitan es compañía y a veces somos incapaces de dársela.

    Siento lastima por nosotros, en el mundo egoísta que estamos, siempre con las prisas y la necesidad de un espacio más amplio para "nosotros" sin acordarnos de los demás.

    Reflexionemos y actuemos.

  • ¡Qué lindo escribes Ali! Leyéndote se me ha venido a la cabeza el conentario de mi esposa, al poco tiempo de pisar tierra española, sorprendiéndose de la cantidad de gente sóla en los bares. Nunca me había fijado, probablemente porque, como dices, la soledad no es algo que pienses a los 40-50 años. En este mundo tan egoísta tan falto de amor, de no hacer nada por el otro sino puedes obtener algo a cambio, de despilfarrar dinero y tiempo en tonterías…¿no es mucho más gratificante una conversación con una de estas personas "del bar", con una cervecita y unas lonchas de jabugo, o la tuya en la fruitería, que pensar en cambiarse al último smartphone?.

    Feliz semana amiga Alicia y a los que estéis de vacaciones o a punto de iniciarlas mis mejores deseos para qye las disfrutéis y desconectéis aprovechando para leer el libro que os guste escuchando el trino de los pájaros bajo un árbol y una limonada fresquita al lado.

  • Es verdad, los bares están llenos de gente solitaria. A mi me gusta mucho escuchar a la gente mayor porque se aprende mucho de ella. Igualmente felices y fructíferas vacaciones a todos. Un beso querido amigo

  • Hola, me he distraído con el canto de los pájaros y se me ha ido el santo al cielo, lo sé llego tarde, pero llego.
    Pues bien, a mi también me dice mucho el canto de los pájaros, me pone de buen humor y me indica que el buen tiempo ya está, de nuevo, aquí.
    Respecto a la que dices de la soledad, creo que la gran mayoría pensamos lo mismo, las cosas, en general, no tienen la misma importáncia a según que edades. Pero ¿qué es sentirse acompañado? Porque estaréis conmigo que no es estar rodeado de gente. Pues buen para mi estar acompañado es saber que tus amigos, tu gente, aunque no los veas y no te llamen a diario, están ahí y que con una llamada sabes que acudirán en tu ayuda o escucharan eso que te preocupa tanto, que necesitas contar.
    Sabéis ese dicho "Quien tiene una migo, tiene un tesoro" pues es verdad y añadiré, un tesoro que no se compra con dinero.
    Amenudo pienso que valoramos muy poco la calidad humana, quizás pensemos que nunca vamos a envejecer como los demás, que gracia eh!! Pues vejez sólo hay una y mejor o peor llevada ahí está, al acecho esperando cogernos, en nosotros está que nos coja desprevenidos o no.
    Cómo me haces pensar ummm.

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