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El cuento del piso que vivía en el pasado

Érase una vez que se era, un piso triste y amargado que vivía en una vieja y regia casa, en pleno barrio céntrico de una ciudad cualquiera.

No tenía ningún trato con los demás pisos, ni acudía nunca a las Juntas. Su puerta siempre estaba cerrada y cualquier movimiento del exterior le molestaba.Ayer le escuché como gruñía porque mis habitantes estaban cantando.

-Es que lo hacen muy mal, todo sea dicho.
-Bueno, pero estaban felices y eso a mí me da mucha alegría.
-Yo lo que he notado es que hay un olor muy malo. Debe hacer años que no se limpia las paredes.
-¿Las paredes?, ¡Ni nada!
Ni se abre un poco las ventanas para airearse.
-Allí debe haber de todo. ¡No quiero ni pensar la de porquería que debe tener acumulada!
-Mientras no nos llene a nosotros de bichos…
-Debería dejar su estúpido orgullo y permitir que lo habitaran. No va a poder seguir aguantando esa terca postura mucho más tiempo
-Y más vale que lo habiten por las buenas, que no por las malas. Acordaros del desdichado 4º 3ª
-¡Calla, calla! que cada vez que lo pienso se me mueven los ladrillos. Lo que llegó a padecer el pobre con aquellos impresentables. Lo dejaron destrozado.
-¿Verdad que le arrancaron hasta los grifos?
-Sí, tuvo una hemorragia enorme de agua.
-Su conducta nos va a perjudicar a todos. No puede pasarse la vida anclado en el pasado. Todos hemos vivido tiempos mejores. Todos estábamos acostumbrados a que nos vistieran con las mas bellas alfombras y cortinas, y que nos decoraran con exquisitas pinturas y refinados muebles. En cuanto nos dolía algo, allí estaba el electricista o el fontanero para curarnos. Pero…..las cosas cambian. Los humanos, por desgracia, viven poco y no siempre sus herederos nos quieren, o nos pueden mantener.
-Mis últimos habitantes eran muy jóvenes pero se peleaban continuamente. Me habían tirado más de un plato al suelo. Hasta que un día, desaparecieron.
-La vida sigue, queridos amigos y hemos tenido que adaptarnos a las nuevas circunstancias. Yo, os he de confesar, que estoy muy feliz de poder cobijar a familias que me necesitan para seguir viviendo.
-Pues a mí me ha llegado el rumor que uno de estos días vienen a visitarlo.
-¡Madre mía! No sé si deberíamos avisarle
-¡Hazlo tú! Yo no me acerco a su puerta ni loco.


Roquefort que había estado escuchando la conversación desde un discretísimo y casi imperceptible agujero al lado del rellano, se metió corriendo por las tuberías y subió hasta la casa del piso amargado y triste.

Aunque sabía que nunca era bien recibido, no le importaba. Estaba convencido que no era malo y le daba mucha pena su soledad. En realidad él era el único que le daba conversación. Los demás “inquilinos” que escampaban a sus anchas por las habitaciones, eran muy reservados.No voy a dejar que entre nadie

-No digas tonterías. Sabes que lo harán igualmente: ellos tienen la llave de tu puerta.
-No se lo voy a poner fácil. Soy capaz hasta de derrumbarme
-¡Hala, hala!  En mi opinión…
-¿Quién te la ha pedido? ¿Qué me interesa a mí la opinión de un insignificante ratón? Vuélvete a tu agujero y déjame en paz. 
-¿No quieres recobrar la alegría que tenías antes? Eras un piso precioso: con mucha luz, con mucha vida, lleno de buena energía. 
-Porque los habitantes que aquí vivían, eran personas de una categoría social que me daba prestigio. ¿Sabes lo que llegaron a pagar por mí? Esta casa había sido escenario de grandes fiestas, donde corría el champagne y las ostras. En este mismo comedor han estado sentados: médicos, abogados, jueces…..
-Me estás hablando de hace mas de cien años. Tus últimos habitantes no pertenecían a este élite
-Eran gente con clase
-Que se pillaron los dedos pidiendo una hipoteca que no pudieron devolver. Piso, por favor, pruébalo. Dales la oportunidad de conocerles y de que te conozcan. Seguro que son gente maravillosa.

Al día siguiente Roquefort pudo sentir el nerviosismo del Piso. No quería ceder, pero también reconocía que la tristeza le estaba invadiendo.

Cuando abrieron la puerta,  aparecieron tres figuras grandes y una pequeña. Al principio el Piso no fue capaz de distinguirlas por la oscuridad que reinaba. Una de ellas se adelantó, y dirigiéndose a una de las ventanas, levantó la pesada persiana dejando entrar tanta luz, que el Piso tuvo que cerrar los ojos para no cegarse. Cuando los abrió, poco a poco fue distinguiendo las otras tres figuras. Horrorizado exclamó:

-¡Son negros!

A lo que Roquefort le contestó de inmediato

-¡Son personas!

Iba a poner toda su maquinaria en funcionamiento para que aquellos intrusos se marcharan de allí. De ninguna de las maneras iba a consentir albergar dentro de él (donde habían alternado médicos, abogados y jueces), a unos individuos que, seguramente, no sabrían ni apreciar su valor. Él era un piso de lujo y…..

Pero de repente, algo hizo que sus cimientos comenzaran a tambalearse. 

La pareja de adultos se cogieron de la mano, y la mujer a la vez, cogió la pequeña mano de una niña que le miraba con unos ojos inmensamente bellos, dentro de una redondita cara aterciopelada, adornada por unas coletas, que intentaban dominar un rebelde y rizado pelo color azabache.

 Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas y emocionada dijo:

-¡Es nuestro hogar!

Piso se quedó extrañado. Cuando se habían referido a él, siempre habían dicho: el piso, la casa, la residencia….

La pequeña se soltó de la mano de la madre y comenzó por su cuenta a pasear por todas las habitaciones. Piso la miró un poco incómodo porque estaba seguro que encontraría muchos defectos, y que diría que estaba sucio, y que le faltaban cortinas y, que le faltaba pintura a sus paredes….. Aquella niña no lo había conocido en su máximo esplendor cuando allí lo visitaban médicos….

Pero quedó absolutamente desconcertado cuando la vio aparecer nuevamente en el comedor y comenzó a saltar alrededor de sus padres mientras gritaba excitada:

-¡Ya he visto mi habitación, ya he visto mi habitación! ¡Es preciosa!, pero… le voy a traer mi muñeca porque me parece que está un poco triste.

Roquefort se acercó al Piso y pudo notar como estaba temblando de emoción.

-¿Qué? ¡viejo cascarrabias!, ¿no te alegras de hacer tan felices a estas personas? O….¿no son de tu clase social favorita?

Piso bajó los ojos que estaban a punto de humedecer todas las paredes, lanzó un sonoro suspiro, y dejando asomar una tímida pero orgullosa sonrisa, le respondió

-Me han llamado… ¡Hogar!

Y a partir de aquel día, todos vivieron felices y comieron…. ¡Qué mas da! Una simple manzana compartida con los quieres se convierte en el mejor de los manjares. ¿A que sí?

10 comentarios en “El cuento del piso que vivía en el pasado

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