info@alicialakatosalonso.com

Cuando el encaprichado se desencapricha de su capricho o… ¿Ahora tengo que sacar al perro?

El ser humano cuando se encapricha de algo es capaz de dar la vuelta al mundo de puntillas con zapatillas de ballet. Mejor dicho, es capaz de prometer que dará la vuelta al mundo de puntillas con zapatillas de ballet

¡Ay amigos!, si hay algo volátil es la ilusión una vez conseguido el motivo que la ha originado. Con la misma fuerza que el globo se hincha… se deshincha.

“Te prometo que lo bajaré; te prometo que le daré de comer; te prometo que lo bañaré; te prometo que lo llevaré al veterinario. Te prometo que…..

Y lo curioso es que, de entrada, esas promesas son ciertas y el encaprichado está convencido que las cumplirá. Su deseo es tan grande que se ve capaz de cumplir eso….y mucho más.

Pero resulta que ese “capricho” (en forma de un peludo de cuatro patas y un rabo bien tieso), una vez pasada la euforia de los primeros días, empieza a ser muy diferente de como se lo imaginaba y sobretodo empieza a exigir cuidados y atenciones que pueden llegar a resultar muy molestas cuando la “gracia” de la novedad se ha esfumado. La diversión ha dado paso a la obligación.

“Antes de marcharte saca al perro que tienen que mear” le recuerda una voz desde la cocina justo en el momento en que abre la puerta para irse de juerga con sus amigos.

Y es entonces cuando el ex-encaprichado se cabrea, sale a la calle tirando de mala gana de la correa del pobre perro, sin hacerle ni puñetero caso, llevándolo a cien por hora, sin dejarle que se pare en ningún sitio y mucho menos que se relacione con ninguno otro de su especie.

¿Que para esa mascota salir a la calle supone uno de los momentos más esperados y deseados del día?  ¿Que ir oliéndolo todo es una cuestión de necesidad porque a través de ese olfato se comunica con su mundo? ¿Que para ese perro saludar (a veces de forma muy poco ética)  a sus “compañeros” es algo primordial? ¡Qué más da, yo no tengo tiempo!, que lo saque mi madre, o mi padre, o mi abuelo…… ¡Se acabó la ilusión!

Y es una pena porque el pasear con tu mascota es de las cosas más gratificantes que existen. La calle se convierte en tu segunda casa y gracias a esos paseos te relaciones con personas que si fueras solo, seguramente,  ni las mirarías;  es más, a veces cuando esas personas van sin sus perros no las reconoces.

Los animales te obligan a relacionarte y a compartir momentos relajados. Pasear a la mascota se convierte en el único rato del día en que echas un poco el freno de mano y aminoras la marcha. Ya no vas corriendo, (aunque sea un domingo y no vayas a ningún sitio ni te espere nadie) y hasta empiezas a fijarte en cosas que hay a tu alrededor y que normalmente no tienes tiempo de pararte a mirar.

A lo largo de mi vida he dedicado miles y miles de horas a pasear con mis perros y hay dos etapas muy diferentes: física y emocionalmente.

Cuando nuestras mascotas son jóvenes, cuando las vemos que van por delante de nosotros con brío, con ganas de correr y de meterse hasta con una hoja que se caiga del árbol, nos contagian su vitalidad y su alegría. La alegría de la vida en su máximo esplendor.

Pero hay otra etapa en que esta alegría comienza  a transformarse en tristeza. Ya no nos llevan ellas a nosotros si no que tenemos que ser nosotros quienes vayamos ayudándoles a caminar, animándoles a dar un pasito más. Seguramente esta etapa es la de más unión con ellas porque es cuando más nos necesitan, pero a mí escuchar: “Es mayor ya este perrito ¿eh?” me revela por dentro.

Siempre he dicho que una de las mayores putadas de la naturaleza es que estos seres, a los que tanto adoramos, vivan tan poco. Me alegro muchísimo que una tortuga viva 120 años o una ballena 104, pero ¿por qué con ese compañer@ de camino,  a partir de los 12 o 13 años ya tenemos que estar con el alma encogida?

En fin amigos, ya sé que a todos vosotros no tengo ni que decíroslo pero quiero volver a lanzar al viento por millonésima vez que las mascotas no son juguetes, que son seres vivos que dependen absolutamente de la voluntad de los humano. Ellos no pueden decidir nada por sí mismos y su vida va a girar, desde el mismo momento en que lleguen a la casa,  en torno al estado de ánimo de quienes han decidido erigirse en sus dueños (jamás me ha gustado esta palabra y nunca la uso. Yo no me creo dueña de nada ni de nadie)

Antes de comprar o adoptar una mascota: sacar una hoja de papel, anotar los pros y los contras, pensar muy y mucho en que te puede cambiar la vida cuando te responsabilices de tenerla y sobretodo hasta dónde estás dispuesto a sacrificarte por ella.

Disfrutar mucho de estos maravillosos días de primavera  paseando con vuestros perros; relajaros y mientras vayáis con ellos descansar la mente y abrir todas las puertas de las preocupaciones a ver si alguna se va y no vuelve.

Muchos besos. ¡Ah! el ejemplo de chico joven encaprichado vale para cualquier edad.

2 comentarios en “Cuando el encaprichado se desencapricha de su capricho o… ¿Ahora tengo que sacar al perro?

  • Como todo en la vida, Alicia, es gratificante y necesita dedicación y compromiso, es la misma idea que la semana pasada pusiste en el blog, con el atenuante que verdaderamente una mascota depende directamente de ti, por eso, hay que valorar los pros y los contras como bien has dicho y adquirir la responsabilidad, que seguro que será bien gratificante.

    Y ojo que ahora llega el verano y se abandonan muchas mascotas. Seamos prudentes.

    Un beso y a disfrutar de los días de descanso.

  • Ese es el miedo…. las vacaciones, y que siempre habrá falsas conciencias que pensarán: seguro que se lo llevan a alguna protectora y allí enseguida le buscan otra casa. ¡Ojalá llegara el dia en que no tuvieran que existir!
    Un beso y ánimo que esta semana para ti es bien cortita.

Responder a Yolanda Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *