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28 de diciembre: ¿Los Santos Inocentes?

Nunca entenderé por qué una celebración tan dramática como ésta, va ligada a un absurdo y ridículo muñequito de papel, pegado en la espalda de algún pobre iluso.

Como algo tan atroz como la matanza de unos bebés inocentes, a manos de los esbirros de Herodes, que desde su palacio de mordía las uñas pensando que ya había llegado al mundo quien haría tambalear los cimientos de la historia (naturalmente todo de ésto es para los creyentes católicos), ha podido degenerar en un día, en donde no te puedes creer absolutamente nada de lo que te digan, ni de lo que leas, a no ser que quieres quedar como un auténtico cretino

No he soportado jamás las bromas. Ya no solo no las encuentro ninguna gracia, si no que simplemente el verlas ejecutadas en otras personas, me produce una gran vergüenza ajena e intento huir de lo violento que tienen sus situaciones.

Pero yo soy coherente conmigo misma, y si odio que me gasten una broma, jamás puede decir nadie que yo le haya gastado ninguna.

Hay personas que traman,  maquinan, urden y pierden horas maravillosas de sus vidas, pensando cómo pueden dejar en ridículo, o asustar, o hacer perder la paciencia, a tranquilos sujetos que seguramente a ellos no les hayan hecho nada. 

Esas bromas estúpidas que lo único que pretenden es reírse del prójimo, enseñar quizás sus partes más débiles o comprometerlos ante los demás ¿Por qué?

Y si odio las bromas, más odio los argumentos con que los imbéciles defienden sus imbecilidades: “ Es que fulanito es muy gracioso….. Es que en este pueblo todos somos muy de la broma…. Es que el español es así…

Y encima los programas de televisión que basan todo su espectáculo en poner en una situación límite a cuatro o cinco famosetes, que a punto están de acabar con sus huesos en la UVI.

Porque antes eran unas bromas, más o menos ¿¿¿graciosas???, que duraban cinco minutos y enseguida se descubría todo el engaño para alivio del protagonista. Ahora no, ahora el desgraciado de turno tiene que aguatar bromas, preparadas cual guion de Quentin Tarantino, en las que la duración de las mismas puede ser de un día entero (luego en producción ya iremos recortando, ya…) 

Las caras de estos pobres famosetes son todo un poema que va cambiando de color, igual que esos muñecos que varían de tonalidad con la temperatura. Pasando del rojo al verde y del verde al azul y del azul al amarillo… Menos mal que, al menos las causas de estos programas televisivos suelen ir relacionadas con la ayuda a los Inocentes de verdad. 

¿Por qué nos gusta tanto reírnos de los demás? ¿Por qué disfrutamos tanto viendo como “los otros” lo pasan mal, sudan, se asustan, se caen, les dan arritmias….? Pero todo, de buen rollo ¿eh? Aquí como respondería Capi a Maià, ante su total desconcierto, ¡Son cosas de humanos!

Mañana puede que leamos algún titular en algún periódico, que nos parezca la típica broma de este día. Algún  titular que nos haga abrir los ojos como platos o que casi nos cierre el corazón de golpe. 

Esos titulares que, por estrambóticos, estrafalarios, absurdos o ridículos, nos hagan por un momento pensar que son reales, pero que después, nosotros, los humanos, con nuestra gran capacidad de reacción y nuestra enorme inteligencia, rápidamente lanzaremos una carcajada o esbozaremos una vanidosa sonrisa y diremos: “Es una broma…..¡A mí me la van a dar!

Amigos, fijémonos mañana bien en los titulares porque, seguramente, entre las “bromas” haya más de un titular real.

¡Ah y cuidado con la espalda!

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