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MIS «YAYOS» TIENEN MIEDO

Ayer por la mañana estuve haciendo una de las cosas que últimamente más me reconfortan y me motivan: hablar con los que yo llamo “mis yayos”, y que son, como muchos de los que me leéis ya sabéis, las personas mayores a las que telefoneo como voluntaria de la Cruz Roja.

Hablé con más de cuarenta, cuyas edades estaban comprendidas entre los 71 y los 94 años.

Fueron conversaciones cortas porque tampoco quería agobiarlos. Hubo algunos que, al ver un número desconocido, me contestaron secamente. “Seguro que quieren venderme algo…”

Otras, y aquí lo he puesto expresamente en femenino, no pudieron disimular su recelo cuando les pregunté por su marido. ¡Ay los celos, que no conocen de edad!

Afortunadamente, en cuanto me identifiqué y supieron que lo único que quería era saber cómo se encontraban, su actitud cambió radicalmente. Todas las llamadas acabaron con un sincero agradecimiento.

Detrás de cada número de teléfono hay una historia. Historias de soledad (la gran mayoría); de falta de salud; de cansancio físico y mental; de preocupación y ahora, sobre todo, de miedo.

Nuestros mayores tienen mucho miedo. Por ellos, por sus hijos, por sus nietos, y por una situación de la que no ven la luz.

Esta pandemia los está destrozando.

Les ha roto por completo esas rutinas que, al igual que los niños, tanto necesitan para su equilibrio psíquico. Las pequeñas salidas a comprar a la tienda de la esquina; o el paseíto a la plaza, para sentarse después un rato al sol; o simplemente saber que pueden ir a la tienda, y que pueden pasear por la plaza.

Se sienten prisioneros en sus propias casas, a veces por ellos mismos, y otras obligados por sus hijos, a los que cada vez ven menos, porque no quieren llevarles “el bicho” a casa.

“Si no me muero de Covid, me moriré de un ataque de nervios”. Me dijo una señora de 79 años a la que le aterrorizaba salir a la calle, pero no podía soportar más el estar encerrada en su casa.

“Yo desde marzo no salgo; mis hijos me lo han prohibido, y se me está olvidando hasta hablar, porque como no puedo hacerlo con nadie… Mi mujer se murió el año pasado y vivo solo”. Me confesó un señor de 89 años (la llamada más larga que tuve porque vi que necesitaba sacar toda la angustia que llevaba dentro)

“Me van a operar la semana que viene, y estoy temblando; ya no por la operación, que es sencilla, si no por si cojo el Covid allí”. Me informó otra señora. Yo la intenté animar diciéndole que en el hospital tendrían todas las medidas de seguridad necesarias, y entonces ella me contestó: “Sí, sí. Igual le dije yo a mi amiga Carmen que fue a operarse de cataratas, y hoy está muerta y enterrada…”

Las personas mayores están tristes. Muchos de ellos despojados de lo único que los mantenía con fuerza suficiente para seguir adelante: sus familias. Días y días sin ver a sus hijos, más que detrás de una mascarilla. Meses sin que esos adorados nietos vayan a alegrarles, aunque no sea más que con su presencia. Y demasiado tiempo sin recibir ese beso o ese abrazo que los hace creer que aun vale la pena no tirar la toalla.

¿Y sabéis que es lo que más me preocupa de todo este calvario que están viviendo? Que sus cabezas están empezando a desconectarse de este mundo que no les gusta, que no entienden, y que solo les aporta desasosiego.

Cuando salgo de Cruz Roja lo hago siempre con una sensación agridulce. Estoy contenta porque sé que, aunque solo hayan sido unos minutos, he ayudado a paliar la soledad de quien no merece estar solo, pero por otro lado me los vuelo a imaginar a todos ellos en sus casas, hablando quizás con su gato, o con su canario, o con la fotografía de sus padres,  o tal vez con la televisión. Siento en mi corazón sus miradas perdidas de ilusión, y sus ganas de que llegue ya la hora de dejar este mundo, esperanzados de que el otro sea mejor.

Amigos, por poco que podáis, llamar a las personas mayores que conozcáis. Solo con que les preguntéis: ¿Como ésta? Ellos ya se sienten reconfortados, y el miedo se aleja un poco, porque no hay nada que lo alimente más que la soledad.

Un abrazo a todos y como siempre, cuidaros mucho, por vosotros, y por los que os rodean. ¡Ah! Y no olvidéis nunca, que nosotros, de aquí más o menos años, si tenemos la suerte de llegar, seremos esas personas mayores.

Un pensamiento en “MIS «YAYOS» TIENEN MIEDO

  • Manel Riera

    Querida y apreciada Alícia , creo que no solo son nuestra gente mayor la que se siente así , como tú bien sabes, soy una persona que me gusta comunicarme , besar, abrazar , pues desde marzo no lo hago.
    En verano que fuimos unos días al pueblo de mi mujer, con ganas de recargar pilas, creo que volvimos peor de cuando fuimos, esto de saludar de lejos, el no poder tener contacto, ni con los tus familiares de allí , ya que te dicen, eres de riesgo , madre mía , quien me lo iba a decir.
    Ahora , que supongo que ya sabrás, nos echan de Bolsa, y deprisa y corriendo a sacar todas mis pertenencias personales de hace más de veinte años, seguro que irá bien para tirar muchas cosas inútiles que guardas pensando que te puede ir bien , pues eso se cierra otra etapa de mi vida y Justo en medio de esta puñetera pandemia.
    En serio, que ganas tengo de prejubilarne, creo que con 45 años cotizando , ya me tocaría, pues aún me quedn casi dos años, porque … los autónomos solo se pueden prejubilar con 63 años , ostras y los años que llevo no cuentan ???
    En fin querida Alícia , si aguantamos este golpe tan fuerte que estamos pasando , a la que podamos vernos bien, nos abrazaremos , nos besaremos como nunca .
    Un beso y un fuerte abrazo virtual

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